Aún recuerdo cuando subí al autobús para ir a la "infame" excursión Robert Crown de quinto curso. Algunos de mis amigos estaban entusiasmados porque sentían mucha curiosidad por sus cuerpos cambiantes y por lo que iba a ocurrir cuando nos convirtiéramos en adolescentes, pero yo no. Yo lo temía. Cuando llegué a casa ese día, mi madre me preguntó si tenía alguna duda. Le dije que no y ahí terminó la conversación. El resto de mi educación sexual me la dieron mis amigos, la revista Seventeen, la MTV y las películas, como a muchos de mis compañeros de entonces. Cuando pienso en ello, sé que mi madre era producto de su generación y de su entorno. Desde luego, nunca habló de estas cosas con su propia madre, y no era un tema que se sintiera cómoda tratando con sus hijos. Cuando los padres se sienten incómodos, los hijos se dan cuenta y también se sienten incómodos.
Muchos años después, como profesora de quinto curso, fui yo quien llevó a mis alumnos de quinto curso al Centro Robert Crown en la misma excursión que yo temía cuando tenía su edad. Vi de primera mano la misma aprensión y anticipación que en mi propia experiencia. Tuve la suerte de ver cómo se desarrollaba ante mí este rito de iniciación. Año tras año, veía cómo los incómodos alumnos de quinto curso se transformaban en jóvenes curiosos y deseosos de hacer preguntas perspicaces.
Una valiosa aportación como profesor fue el enfoque cómodo que mostraron los educadores sanitarios al hablar de estos temas difíciles. Las presentaciones me ayudaron a prepararme para los cambios que estaban experimentando mis alumnas. Todos los años, al menos una alumna comenzaba su ciclo menstrual durante las clases. Agradecí que estas alumnas conocieran la pubertad y se sintieran cómodas contándomelo. Pude ver un nivel de confianza que sólo se consigue cuando se tienen los conocimientos necesarios para saber qué esperar.
Cuando llegó el momento de que mis propios hijos tuvieran el programa de pubertad en su colegio me quedé de piedra. ¿Realmente son lo suficientemente mayores para aprender esto ya? A pesar de haber asistido a estos programas durante años, me sorprendió lo difícil que era hablar de estos temas con mis propios hijos. Como padres queremos que nuestros hijos lleguen a us cuando tengan preguntas, no a Google ni a otros recursos en línea. Los temas de educación sexual deben formar parte de una conversación continua que debemos plantear una y otra vez cuando surja la ocasión. Puede ser la letra de una canción que oímos mientras conducimos, una escena de una película que vemos juntos o un TikTok viral. Una educación sexual sana incluye estar al día de lo que nuestros hijos ven y escuchan, así como mantener una política de puertas abiertas. Los momentos más oportunos para intentar una conversación significativa pueden ser con tu hijo uno a uno; tal vez cuando estáis paseando al perro, conduciendo en el coche o cuando entras en su habitación a altas horas de la noche (un momento en el que los adolescentes parecen ser los más habladores). No es una sola cosa lo que decimos o hacemos, sino un millón de pequeñas cosas lo que dará lugar a un diálogo abierto con nuestros hijos.
Ahora, como empleada de Candor Health Education, veo de primera mano el impacto que tienen nuestros programas en los jóvenes. Muchas cosas han cambiado a lo largo de los años y en toda nuestra organización, pero el impulso de capacitar a los jóvenes para que tomen decisiones informadas sigue siendo el mismo. Ya se trate de los cambios que se producen durante la pubertad, de los riesgos de la actividad sexual o de los retos que plantea el consumo de drogas, los jóvenes necesitan los datos y los adultos de sus vidas los recursos para apoyarlos.
Para obtener información y recursos sobre cómo mantener una conversación abierta sobre la pubertad, el sexo o las drogas, visite la página web Página de recursos para padres de Candor Health.
Escrito por: Laura Schwartz-Directora de Desarrollo Empresarial, Candor Health Education